Monocromos
Texto de Adrià Goula para "Engawa #11"
En mis últimos proyectos fotográficos intento crear imágenes que no sólo "re-presenten", sino que también "presenten". Trato de mostrar la fotografía como un nuevo objeto independiente y autosuficiente, y no sólo como una ventana a otra realidad. Me interesa que la mirada no atraviese la imagen, sino que quede retenida en la propia fotografía, en la propia impresión fotográfica. Salir de la ventana perspectiva, o quizás mejor, no entrar en ningún otro espacio, en ninguna otra realidad. En esta época en la que estamos constantemente huyendo de nuestra cotidianidad, la televisión, el cine, las resvistas, internet, ofrecen constantemente imágenes que nos absorben y nos conducen a otros mundos. Esta propuesta pretende confrontar al espectador con una imagen que no le permite escapar y que le propone recrearse en la belleza de lo real, lo imperfecto.
En trabajos como Murmurs (fig.1) o Las Calles de París (fig.2), la cámara se utiliza como un recolector de información. Un escáner que resbala sobre las superficies generando una mirada casi táctil. No hay punto de vista: la fotografía está compuesta de múltiples imágenes unidas. No existe ningún lugar concreto desde el que se haya construido el cono perspectivo, ningún punto desde que el observador organice la imagen. Estas fotografías describen al objeto a través de sus propias proporciones y geometrías, sin que la mirada afecte a su aspecto. Con el sistema perspectivo los objetos se deforman para adaptarse al punto de vista: los rectángulos se convierten en trapecios, las líneas paralelas ya no lo son uniéndose en el infinito... Una serie de convenciones que utilizamos desde la infancia permiten estar constantemente entrando y saliendo de los universos que nos proponen las fotografías. En cambio, una superficie plana, sin elementos que le proporcionen profundidad puede ser reproducida de otra forma: sin perspectiva, casi literalmente. Podríamos decir que es una transposición, la reposición del objeto sobre un nuevo soporte. Algo que se puede mirar como a cualquier otro elemento: de lejos o de cerca, fijarse en un detalle o en el conjunto, pero sin que tenga una posición preferente para ser visto. Como si se tratara de un plano arquitectónico, de un plano topográfico, estas fotografías responden a una cierta voluntad de descripción y catalogación del objeto. Pretenden crear un material gráfico que permita sumergirse en un análisis casi científico de lo observado.
Como en la iconografía anterior a la invención de la perspectiva, estas fotografías intentan describir la realidad sin que el centro de la obra sea el punto de vista de quien crea la representación. En la pintura egipcia "El jardín de Nebamun" (fig.3) en la que aparece representado un jardín con un estanque y sus árboles alrededor, ocurre lo mismo. El estanque esta dibujado en planta, rectangular, con peces dibujados lateralmente, que es como se identifican mejor, y los árboles en alzado. Todo ello crea un dibujo espacialmente incoherente, pero en el cual cada elemento está perfectamente descrito. Lo más fascinante para mí, en este conjunto, es la inexistencia de un punto de vista. Se realiza una descripción cuidadosa de cada elemento basándose en sus propias características. El orden emana de los objetos y no del punto físico desde donde el autor los ve. Existe una mirada, no todos los pintores de la época hubieran dibujado el estanque así, pero no determina el centro de la imagen, ni deforma lo observado en función de quien lo ve.
El proyecto Monocroms (fig.4,5 y 6) es, en cierta manera, imagen y metáfora de todo esto. Esta serie empezó con el encuentro, en un viaje por Estados Unidos, de estos edificios con las puertas y ventanas tapiadas. Todos ellos pintados de un solo color para camuflar la eliminación de las aperturas. No vemos nada dentro de ellos, no tienen profundidad, todo queda en la superficie. En estas fotografías parece que podemos entrar en la ventana fotográfica, pero nos frena la frontalidad e impermeabilidad de la imagen. Quedamos atrapados en un estrecho espacio entre nuestro mundo y un espacio-ventana que se convierte en impenetrable. La propia representación fotográfica es pues una metáfora de lo que nos está pasando: las ventanas y puertas están tapidadas. No hay comunicación entre dentro y fuera. No se puede entrar. Como las escenas de los teatros romanos, en las que se construían arquitecturas sin fondo, aquí la ciudad se ha convertido en un simple decorado. Ya no hay espacio sino objeto. Sólo quedan las trazas de esta comunicación (puertas, ventanas) pero la conexión está rota. Ya no hay transparencia, tenemos que recrearnos en la propia fotografía, en las características formales de la imagen y del objeto descrito: aspectos gráficos, geometrías, texturas, tonalidades, detalles, relaciones entre las partes y el todo, series, singularidades... Se trata de imagenes que sugieren una ventana abierta, pero que finalmente la vuelven a cerrar: imágenes en las que la mirada vibra entre lo figurativo y lo abstracto.